Fue el primer diálogo de la jornada. Llegamos aproximadamente a las 19:00, a la casa de uno de los participantes, que con gusto facilitó para el encuentro. Era el lugar ideal para el diálogo: acogedora y especialmente preparada para la jornada.
Había todavía gente llegando, se formó un buen ambiente. Todos dispuestos a comentar con ilusión sus vivencias. Como equipo nuestro objetivo era claro: saber cómo estaban los vecinos del sector, cuál era la situación de la comuna y qué tanto habían cambiado sus vidas respecto de las nuevas problemáticas de sus barrios.
Primero queríamos saber cómo les ha afectado la delincuencia de los últimos tiempos y cómo eso ha cambiado sus rutinas diarias.
La primera respuesta vino de Ángela, quien en forma directa dijo que sentía temor y miedo de salir a la calle. También que desde algún tiempo ya no podía ver las noticias porque eso le producía angustia. Mientras Ángela hablaba, la taza que tenía entre las manos tiritaba de forma tenue, y a medida que hablaba, las lágrimas corrían por sus mejillas. Hasta que ya definitivamente se largó a llorar.
Luego vino la respuesta de Cristina, quien se sentía menos libre, y que el barrio había perdido su alma. Ella fue asaltada tres veces. Contó que cotidianamente habían ajustes de cuentas e incluso se presenciaban relaciones sexuales en la calle. Todas malas costumbres que antes no existían.
La segunda pregunta fue cuestionarse sobre cuál sería la causa de estos problemas. Teresa y Alfredo coincidieron en que el periodismo tenía un rol fundamental al mostrar las noticias, enfocándose solamente en las tragedias, lo que -dicen- llevaba a tener una mala percepción del entorno. Otros señalaban la falta de acción por parte de la autoridades frente a estos problemas, asimismo como la falta de respaldo a carabineros.
Después se cambió el foco de la delincuencia al del narcotráfico, y al consultarle cómo perciben este fenómeno en su comuna y qué medidas creen que debieran tomar las autoridades; Cristina, con voz melancólica, señalaba que no se protege al que denuncia, manifestando una triste conclusión: ¿para qué ir a carabineros si al final del día no iba a pasar nada y probablemente ella terminase peor?. Ella se sentía absolutamente abandonada a merced de quienes se tomaron su barrio.
Por otro lado, el resto de los participantes concordaba en que faltaba más control por parte de las policías, para combatir el narcotráfico. Y para finalizar, denunciaban que dentro del municipio había gente ligada al narcotráfico, y que sacarlos de sus cargos era lo más importante. También señalaron que Carabineros y la PDI debían tener más control sobre el sector.
Los participantes de este diálogo eran personas sencillas, personas que día a día se enfrentan cara a cara con una realidad que se impone sobre sus rutinas y sus vidas. No tenían espacio para pensar en paz, siempre preocupados del posible ladrón persiguiéndolos, o expectantes del posible tiroteo que podría acaecer en cualquier momento.
Terminamos este diálogo con un sentimiento agudo de impotencia por el abandono que vemos respecto de sus urgencias.