Santiago nace en 1541 con la ciudad que lleva su mismo nombre. Desde su génesis, esta comuna ha sido testigo de los eventos históricos más importantes, que han forjado nuestra patria; la independencia, la Guerra Civil de 1891 y el parlamentarismo, por decir unos cuántos.
Hoy, siendo todavía un municipio importante, los vecinos de la comuna enfrentan un nuevo desafío como es la delincuencia desatada y los niveles de violencia que difícilmente son comparables con algún otro período que los mismos habitantes de la comuna puedan recordar.
Nos sentamos a conversar con 5 vecinos de diversos barrios de la comuna capital que querían relatar cómo han percibido el deterioro del sector que, más que ser una zona importante de la gran capital, ha sido su hogar por muchos años.
El primer tema de conversación fue la delincuencia. Claudio comentaba que cuando llegó al barrio de Bellas Artes, había una rica vida nocturna que invitaba a disfrutar “la vida de barrio”, pero desde hace un tiempo ya no se puede salir a cierta hora, y ni pensar en invitar a familiares o amigos.
El panorama es que se ve en mayor número gente en situación de calle y delincuentes transitan por los barrios, al punto de que se ha enterado de gente que, siendo trabajadores desde hace muchos años en los locales nocturnos del sector, necesitan transporte especial para los turnos de noche para no ser asaltados.
Lisette, a modo de complemento, señalaba que apenas se va el sol, no pueden transitar por la calle, especialmente la zona del barrio Plaza de Armas, el que se volvió especialmente peligroso. Ambos señalan que ha aumentado el comercio ilegal y la sensación de inseguridad que también ha influido en sus traslados diarios, viviendo con la angustia de pensar en tomar muchísimos más resguardos para salir a la calle.
Todos coincidieron que esto estaba principalmente ligado al descontrolado aumento del comercio ambulante, el cual también va al alza, principalmente por la falta de control de la autoridad y la desmoralización de carabineros, quienes, según los mismos vecinos, no tienen mucho qué hacer, debido a que sienten que los delincuentes se ven beneficiados con la impunidad.
Con este tópico en la mesa, la conversación se dirigió inevitablemente al segundo tema del día, como es la violencia en los liceos emblemáticos. El mayor pesar de los presentes era la violencia que se vivía dentro de cada uno de los que una vez fueron las instituciones educativas más importantes del país. Señalaban sobre el impacto, que no solo quedaba dentro de las aulas y de los patios, sino que también afectaba a los barrios, y por último, a la ciudad entera.
Una de las quejas en que todos coincidían era la presencia del activismo político; primero desde la validación de la violencia por ciertos sectores y, segundo, el adoctrinamiento por parte de los mismos profesores, quienes instaban a los alumnos a usar la violencia como método de acción política.
Desde estas conversaciones, los participantes no pedían grandes reformas, sino que proponían una solución muy simple, cómo es que las autoridades tomasen las riendas del asunto y que resolvieran los problemas que tanto entorpecen la rutina diaria de los vecinos.